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nunca he sido un alumno modelo

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Por Javier Carlo

Foto de: Alberto Uc.

 

Fecha de publicación: 9 de abril de 2012

Nunca he sido un alumno modelo y sé que esta declaración podría alarmar a varios de mis seguidores, sin embargo, reconozco que he sabido aprovechar los recursos y las oportunidades que me brinda la universidad. No todos los resultados han derivado en éxitos, ni todos en fracasos, lo que sí es que de todos he obtenido grandes aprendizajes, uno de ellos, cómo ser un buen estudiante sin dejar de ser yo mismo.

Así, las siguientes son algunas recomendaciones que me permito compartir para que, sin descuidar el resto de nuestras actividades, sea posible alcanzar un buen aprovechamiento académico.

Por principio de cuentas es necesario admitir que estamos en la universidad, que aquí las clases no son de dictado, que la dinámica educativa cambia y que buena parte del proceso de enseñanza y aprendizaje ya no depende de la supervisión que los padres, los tutores o los profesores hagan de nosotros, sino que recae en nosotros mismos y por ende hemos de comprometernos con él. En este sentido, uno es responsable de cómo y qué tanto aprende.

Lo siguiente es adquirir la disciplina, es decir, si ya estamos en la universidad, si le estamos invirtiendo tiempo y recursos, entonces hagámoslo bien. No se trata de salir igual que como entramos, sino que es cuestión de adquirir información, habilidades, conocimientos, valores y actitudes que nos permitan sobresalir por encima de la media profesional, y eso no se logra a base de ser complacientes, sino de trabajar (no en exceso pero bien), vuelvo a lo mismo, de ser disciplinados.

Recordemos cuánto nos costó ingresar al lugar donde ahora estudiamos: alcanzar el promedio, pasar los exámenes, sortear –incluso– una que otra entrevista; entonces si ya estamos aquí, adquiramos las normas, los procedimientos y la cultura de nuestra institución.

Algunas de las universidades más prestigiadas del mundo, cabe señalar, todavía exigen el uso del uniforme y establecen márgenes de asistencia, puntualidad y comportamiento cada vez más estrictos dentro del aula y del campus universitario, lo cual podría sonar drástico, sin embargo, es ese nivel de disciplina lo que las ha colocado en el lugar en el que están.

Como alumnos generalmente nos quejamos de los profesores: de sus clases, las tareas y las observaciones que nos hacen, entre otros asegunes; pero pocas veces llegamos a comprender que un profesor está frente a nosotros por algo, y eso es porque cuenta con el conocimiento y la trayectoria necesarios para instruirnos, y no menos importante, porque está dispuesto a compartirlos (lo que no todos). En este sentido, ningún alumno –de entrada– estaría a la mera altura de su profesor, sino que se construiría o enriquecería a partir de las pautas que éste le estableciera.

Un buen profesor no es aquel que llega al salón de clases con ‘n’ cantidad de láminas y las lee, ni aquel que consiente todas las pretensiones de sus alumnos, al grado de darles el control; un buen profesor es –con todo– aquel que está dispuesto a ejercer su autoridad y a encausar el talento de sus estudiantes, en un proceso que no siempre es fácil, pero que fructifica conforme pasa el tiempo. Así que en vez de pelearnos con los buenos profesores, es mejor construir relaciones efectivas con ellos, aprovechar su potencial al máximo y contar con su respaldo.

Cada vez es más frecuente que en las entrevistas de trabajo se haga alguna de las siguientes preguntas: ¿qué opinión le merece su universidad?, ¿quiénes fueron sus profesores? y ¿cómo ha sido su relación con ellos?, cuyas respuestas pondrían de manifiesto buena parte del perfil profesional de un candidato. ¿Será que la universidad o nuestros profesores estarían dispuestos a recomendarnos llegado el momento?

Finalmente, habría que establecer una agenda y cumplirla al pie de la letra, esto es, asignar tiempos para cada cosa: para las clases, las tareas, las asesorías, los proyectos, los trabajos en equipo, pero también para nuestras cuestiones personales, las actividades que nos gustan, la familia y los amigos, para descansar, incluso para salir de fiesta todo un fin de semana si así lo queremos, siempre y cuando no se descuiden los deberes académicos.

Ir a la universidad no implica convertirse en otra persona, más bien se trata de enriquecer la persona que somos con una experiencia universitaria de calidad.

En efecto, yo nunca he sido un alumno modelo, ni pretendo serlo, pero consciente de la dinámica que supone estar en la universidad, he sido capaz de adquirir una disciplina, de construir relaciones efectivas con mis profesores y no menos importante, de establecer una agenda. En consecuencia, mi aprovechamiento ha sido fructífero y mi experiencia universitaria –con sus altas y bajas– sensacional.

Así se lo pueden referir –incluso– mis colegas y seguidores, ¿qué no?

 

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JAVIER CARLO. Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España, y Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. Actualmente cursa la Maestría en Administración de Tecnologías de Información, en la Universidad Virtual del ITESM.

Su experiencia profesional abarca el desarrollo de programas educativos a nivel superior y la impartición de cátedra; así como el marketing para medios y el desarrollo de proyectos audiovisuales.

A la fecha es profesor del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe, y gestor de proyectos de comunicación.

Contacto:
http://cafeycatedra.blogspot.mx/
jcarlomena@gmail.com
facebook: Javier Carlo
twitter: @javocarlo

[*] Fotografía: Alberto Uc.

 

 


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